  Haga click para agrandar la imagen Cada vez más padres optan por poner su hogar para que sus hijos tengan su educación inicial. Desde hace unos años, nuevas pedagogías y nuevos espacios forman parte de la educación infantil en el país. Métodos como el Montessori, Waldorf, Reggio Emilia y Emmi Pikler comenzaron a sonar más fuerte, al tiempo que muchos padres empezaron a inclinarse por sitios que no fueran instituciones tradicionales. Entre estos últimos se ubican los jardines rodantes, una propuesta de enseñanza y sociabilización donde las características fundamentales son la personalización y necesidades de cada niño. Según cada jardín, suelen aceptar chicos de tres meses hasta los tres o cuatro años. Las “clases” se arman con grupos de tres nenes, hasta un máximo de seis. Se llevan a cabo en las casas de los chicos: a veces se establece la de uno de los niños del grupo; por ejemplo, cuando viven en edificios con espacios comunes. También puede cambiar el lugar en cada encuentro, trasladándose al hogar de otro diariamente. Dependiendo de la necesidad de papás y mamás, se pautan tres cuatro o cinco “clases” por semana. Si bien no están incluidos legalmente como educación formal, la mayoría de ellos son conducidos por profesionales, docentes de educación inicial que algunas veces, incluso, trabajan de forma paralela en jardines convencionales. Quienes deciden por esta propuesta destacan que el grupo reducido permite una personalización que no podrían hallar en los jardines tradicionales. (…) A la hora de definir estos jardines, Carolina Garea, profesora de educación inicial y directora de Paso a paso –otra de las opciones posibles- sostiene que “es una propuesta pedagógica que surge de brindar a los niños y familias una propuesta diferente en la cual puedan explorar, descubrir, jugar, aprender, socializar y crecer en grupos reducidos y en espacios conocidos por ellos”. La maestra aclara que, en sus grupos, “entre el más pequeño y el más grande se intenta que no se lleven más de seis meses, porque las etapas evolutivas y los intereses son distintos”. En tanto, detalla que aunque si bien los niños más grandes de sus grupos tienen tres años, “no hay inconvenientes en tener nenes más grandes pero, en general, las familia deben anotarlos luego en una institución para no perder la vacante”. Además de las virtudes que docentes y mamás elogian, otra particularidad que caracteriza a los jardines rodantes es la inclusión. Claro está, el máximo impuesto por grupo hace que sea más sencillo que en una institución formal. “Los grupos reducidos permiten que los niños puedan desarrollar muchos más sus potenciales, sin seguir un reglamento o que sea algo riguroso. Muchas veces es la opción elegida por las familias que tienen que acompañar a niños con alguna dificultad, sobre todo por eso de respetar los tiempos de cada uno”, finaliza la responsable de Paso a Paso. Aprendizaje, estimulación, sociabilización, recreación, apego y transición circulan entre las experiencias alrededor de los jardines rodantes. Una opciones diferente antes del obligatorio paso a la educación formal.
Guadalupe Rivero Volver al listado de prensa |